Crece en Europa una reacción en contra de las normas ESG

Las regulaciones ESG en Europa están afectando la competitividad de sus empresas, especialmente frente a las estadounidenses. Este artículo explora cómo estas normativas han impulsado a algunas compañías a considerar trasladarse a EE. UU., donde los incentivos y la menor carga regulatoria están atrayendo inversiones.

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Las empresas europeas se quejan de la desventaja que tienen frente a las empresas norteamericanas tanto en su valoración como en la competitividad, esto se nota más en los sectores de hidrocarburos donde los rendimientos de las acciones de sus empresas en comparación con las petroleras americanas, esto se explica en gran parte por un acrónimo: ESG.

La agresiva estrategia de gas y petróleo de Exxon ha sido recompensada por los inversores, y sus acciones se han más que duplicado en los últimos tres años. En cambio, para las petroleras europeas, la presión sobre los gestores de activos de la región para que inviertan aplicando normas medioambientales, sociales y de gobernanza ha limitado las ganancias y ha llevado incluso a pensar en cotizar en bolsa en Estados Unidos.

Otras grandes empresas europeas señalan el efecto distorsionador de las normas ESG que, según los críticos, han colocado a las empresas europeas en desventaja competitiva y de valoración frente a sus homólogas estadounidenses, con efectos potencialmente duraderos para la economía del bloque. Empresas como Mercedes-Benz Group AG o Unilever Plc se oponen. La Mesa Redonda Europea de la Industria, cuyos miembros suman unas ventas anuales de 2 billones de euros (2,2 billones de dólares), afirma que una normativa excesivamente estricta está «acelerando la pérdida de competitividad» y advierte de que las perspectivas de sus miembros son mejores fuera de Europa.

En los últimos cinco años, periodo durante el cual Europa empezó a formular el marco normativo más ambicioso del mundo en materia de ESG-, el índice S&P 500 de Estados Unidos se ha revalorizado más del doble que el índice de referencia europeo Stoxx 600 Index. Aunque varios factores incluido el dominio de las grandes tecnológicas han contribuido a la mayor valoración estadounidense, los requisitos ESG en Europa no han ayudado.

En general, las empresas energéticas europeas cotizan con un descuento del 40% respecto a sus homólogas estadounidenses. Si TE empresa energética europea se valorara en línea con la media de los grandes productores de crudo de EE. UU., su capitalización de mercado aumentaría en 108.000 millones de dólares.

Exxon, por su parte, afirmó que su estrategia consiste en suministrar productos que el mundo necesita, al tiempo que invierte 20.000 millones de dólares hasta 2027 en áreas como la captura de carbono y los combustibles de bajas emisiones.

Ante la divergencia de las normas ESG entre Estados Unidos y Europa, algunas empresas han sopesado sus opciones. Algunas comercializadoras están terminando sus operaciones de algunos minerales, otras están cancelando sus cotizaciones en bolsas de Europa, miestras que otras están trasladando sus casas matrices a USA.

Un fenómeno que podemos palpar es que el número de empresas de la UE en la lista Fortune Global 500 ha disminuido, por ejemplo, la cuota de Europa en la producción mundial de aluminio cayó del 30% en 2000 al 5% en 2022. El bloque europeo ha pasado de ser exportador de productos químicos a importador neto.

Mientras que las EII (industrias intensivas en energía) de otras regiones no se enfrentan a los mismos objetivos de descarbonización ni requieren inversiones similares requeridas por las regulaciones de ESG, y por el contrario se benefician de ayudas estatales más generosas

Los funcionarios europeos reconocen problemas con el rápido ritmo y la complejidad de las regulaciones desplegadas desde 2019, añadiendo, sin embargo, que las medidas son necesarias para evitar una doble crisis climática y de biodiversidad. Hay dolores a corto plazo, obviamente, porque requiere cierto esfuerzo, pero los beneficios están empezando a surgir según funcionarios de entidades ONG encargados de vigilar el trabajo de las empresas en cuanto a sostenibilidad.

EE. UU. tiene montones de normas de protección del medio ambiente, pero su marco general se ve empequeñecido por la amplitud y profundidad del de la UE, sobre todo en materia de divulgación. Además, el movimiento contra los gases de efecto invernadero ha prosperado en Estados Unidos, y si el expresidente Donald Trump vuelve a la Casa Blanca, su perfil pro-exploración petrolera parece que reducirá la carga reguladora para los productores. Incluso su rival Kamala Harris se ha retractado de su anterior petición de prohibir la fracturación hidráulica, la técnica utilizada para producir la mayor parte del petróleo y el gas de EE.UU. en la actualidad.

Mientras la UE amplía su normativa -en los últimos cinco años del Parlamento Europeo se aprobaron unas 8.000 leyes, muchas relacionadas con el medio ambiente-, Estados Unidos ofrece incentivos. La ley climática firmada por el presidente Joe Biden, la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 (IRA) es un paquete de créditos fiscales y descuentos destinados a impulsar la inversión en todo tipo de productos, desde vehículos eléctricos a paneles solares. Goldman Sachs Group Inc. calcula que podría desencadenar un gasto de hasta 3,3 billones de dólares, enfrentando lo que algunos denominan la zanahoria estadounidense al palo europeo. El enfoque europeo consiste más bien en decir a las empresas lo que tienen que hacer

El Pacto Verde de la UE obliga legalmente al bloque a alcanzar las emisiones netas cero para 2050, con una reducción mínima del 55% para 2030. La UE también se ha comprometido a destinar dinero a la transición ecológica, incluido un plan para recaudar 1 billón de euros de fuentes públicas y privadas. En respuesta a la IRA, Europa puso en marcha en 2023 el Plan Industrial Green Deal, que reserva unos 270.000 millones de dólares de los fondos existentes de la UE. El bloque también está distribuyendo miles de millones a los Estados miembros procedentes de su pionero mercado del carbono para hacer frente al cambio climático.

Pero el atractivo del programa estadounidense está captando inversiones, y más de 60 empresas europeas y asiáticas han anunciado proyectos en el año siguiente a la aprobación de la IRA, lo que esta volcando a las empresas europeas a invertir en este lado del atlántico y olvidarse de las complicadas regulaciones de la UE.

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